martes, 24 de febrero de 2009

Es fija

Cuando cocinás algún plato medianamente elaborado- no sin antes preocuparte por ir al super a comprar los ingredientes- y lo tenés listo bien temprano para que ni bien llegue tu marido se encuentre la comida calentita y la mesa recién puesta, el muy reverendísimo cae a casa a la hora del culo, sin avisar y diciendo "recién comí un tostado, no tengo hambre".
A la inversa, basta con que decidas no preparar un carajo porque ya te cansaste de comer carne al horno durante 3 días al mediodía y a la noche (porque ni siquiera la marabunta que tenés de hijo te hace la gamba aceptándote un pedacito) para que el señor (a quien le debés inmenso respeto porque pasó a ser el único responsable de la manutención del hogar) irrumpa violentemente en la cocina antes de las 7 de la tarde, y después de sacarse el traje, cagado de hambre, te reclame comer YA.
No es justo.

Bienvenidos a esta, mi nueva casa

Por fin se me dio eso que tanto anhelaba.

Aquello que todas las mujeres defenestran y combaten a lo largo de su vida. Eso que tratan de inculcarle a sus hijas que no hagan, amenazándolas con que "si elegís eso, vas a ser una pelotuda de por vida". Ese trabajo que tildan de denigrante, desvalorizante, atrofiante, achanchante y todo lo que se te ocurra. Eso que enfurecería a las feministas, quienes un día decidieron que, para ser felices, las mujeres debían trabajar fuera del hogar porque era la mejor forma de sentirse alguien.

Desafié el mandato de mi madre. Horroricé a mi suegra (que teme que repita su historia). Soprendí a mi marido cuando elegí hacer todo lo opuesto a lo que imaginaba para mí cuando era chica. Hoy soy lo que sueño desde hace años. Nada más, y nada menos que AMA DE CASA.
 

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